viernes, 7 de junio de 2013


UNA APROXIMACIÓN AL  SOCIALISMO Y SU INTERNACIONALIZACIÓN
Resumen descriptivo del Esp. Víctor Hugo Tineo Verutti

                Hablar del Socialismo no es tarea fácil, toda vez que requiere de un profundo estudio socio-econo-político del siglo XVIII y los siglos subsiguientes. No obstante,  se pueden resaltar sus principales ideas para entender su expansión internacional.

                En primer lugar, corresponde referirnos al Socialismo Utópico, cuyas raíces se encuentran encunadas en la Revolución Francesa y el naciente Capitalismo europeo. Los renombrados y rimbombantes ideales de Libertad, Fraternidad e Igualdad que guiaron ese proceso y  la declaración de los Derechos del Hombre, se quedaron en la teoría, pues la praxis fue totalmente diferente.

                El desarrollo del capitalismo inglés arremete atrozmente sobre los trabajadores, quienes quedan reducidos a simples recursos descartables, enfrentando jornadas laborales de 14 horas, sin distinción de edad o sexo. En Francia la situación no fue muy diferente. Hambre, miseria, explotación y falta de educación fueron las constantes de ese momento histórico.

                Ante ese status quo, se alzan voces que clamaban cambios  en el orden económico, desde una perspectiva colectiva y la humanización del trabajador. Esta nueva corriente fue denominada el Socialismo Utópico, cuyos mayores exponentes fueron: el conde de Saint Simon, Robert Owen y Charles Fourier.

 En el caso  concreto de Owen, se debe resaltar su empeño por mejorar las condiciones del obrero; acción que cristalizó en la promulgación de la Ley de Industria en 1819, que contempla la reducción de la jornada laboral. Igualmente, es menester destacar su afán por materializar la concreción del Cooperativismo y la  fundación de la Unión General de Trabajadores (1833).

Por su lado, Claude Henri de Rouvroy- el conde-, se caracterizó por su afán de organizar la producción de una manera más justa y científica. Según su visión, la política debe estar en manos de  quienes saben producir; es decir, el antecedente del tecnocratismo. Este pensador propuso la construcción del canal de Suez.

                Posteriormente, Marx y Engels  resaltaron el aporte de sus predecesores, haciendo mención en textos del Manifiesto Comunista y  en la obra Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico. Sin embargo, también no dejaron de percatarse que sus análisis carecían de poco rigor científico.

                En segundo lugar,  corresponde hablar sobre el Socialismo Científico, entendido como el salto cuali-cuantitativo del socialismo anterior. Esta nueva forma de enfocar el socialismo, va más allá de una simple doctrina o una idea política. Es una visión del mundo, que analiza sus entrañas desde una perspectiva científica para convertirse en una alternativa al capitalismo de aquella época e incluso al actual, con sus respectivos matices.

                Su base doctrinal se fundamenta en tres (3) columnas; a saber: el Socialismo francés, la Economía Política inglesa y la Filosofía alemana, pero encierra un análisis del mundo capitalista totalmente nuevo, que se convertirá en una herramienta de lucha del Proletariado. Sus principales expositores  fueron Marx y Engels; revolucionarios insertados en la sociedad del siglo XIX.

                En cuanto a Marx, cabe destacar su famosa obra El Capital (1867-1885 y 1894), difícil de digerir por su profundidad de análisis, donde estudia la sociedad y critica la Economía Política. Esta obra se aparta del socialismo francés y busca abrigar los intereses de la clase obrera, quienes comienzan a organizarse  en ligas. Estos grupos organizados le delegan la tarea histórica a Marx y Engels de redactar un documento político de fácil acceso a las masas, donde expresen sus puntos de vistas político y  delineen el sendero hacia el proceso revolucionario.

                Prima facie, se aprecia la extraordinaria importancia de la confluencia de dos (2) variables: un grupo de obreros organizados y dos (2) revolucionarios que tratan de poner en práctica una nueva visión del mundo  diferente al burgués, en la cual ellos nacieron, pues ellos fueron pequeños burgueses, quienes  se apartaron de su clase.

                Dentro de esa coyuntura nace el Manifiesto Comunista en 1848, considerado como un programa de lucha para los obreros organizados y una explicación científica del mundo y de la Historia. Dentro de esta concepción, la revolución no se reduce a una sustitución de una clase dominante por otra, sino  del cambio del sistema económico.

                Sin embargo, el simple hecho de editar el referido Manifiesto no produce inmediatamente la revolución y el cambio esperado, pues las fuerzas burguesas activan los mecanismos de represión para neutralizar estos esfuerzos. Los años subsiguientes, estos dos pensadores utilizarán todas sus energía para dedicarse a la construcción teórica y práctica del socialismo, con sus respectivos altibajos. Son, sin lugar a dudas, los grandes defensores de los intereses obreros.

                En tercer lugar,  y producto de este esfuerzo, crean la Primera Asociación  Internacional de Trabajadores Londres, 1864), cuya función fue convertirse en instrumento para fortalecer la lucha obrera internacional. Con esta Asociación, Marx buscó mejorar las condiciones laborales, fortalecer los sindicatos y formar un partido obrero para la toma del poder político.

                Debido a las luchas entre marxistas y anarquistas, sumado a la creación de la  Comuna de Paris (1871) y el fortalecimiento del capitalismo, Marx traslada la central de la AIT a los Estados Unidos. En el Congreso de Filadelfia (1876) se decreta la suspensión de la I Internacional, desapareciendo  jurídicamente aunque, de hecho, ya había dejado  de ser operativa en el año 1872, por las variables  mencionadas ut supra.

                No obstante, hasta el año de 1871, la AIT celebró con cierta  regularidad congresos que lograron atraer, además de los sindicatos ingleses, a obreros franceses, belgas, suizos, españoles, italianos, holandeses y contó con el apoyo del Partido Social Demócrata alemán, desde su fundación en 1869. Empero, el  Gobierno francés y otros europeos, utilizaron la Comuna como pretexto para perseguir a los miembros de la AIT, lo que impidió que el Congreso anual se reuniese en Viena, sino hasta finales de 1872. Lastimosamente no hubo acuerdo entre las Partes, situación que coadyuvó a precipitar la muerte de la Primera Internacional.

                Posteriormente, se forma la Segunda en París (1889), con la participación de Engels, pues ya Marx había fallecido, seis años antes. En efecto, la II Internacional surge como una necesidad inminente de unir a los distintos partidos en una organización que orientase las actividades a escala internacional. Su base fue, desde el principio, marxista y los anarquistas quedaron prácticamente excluidos.  La sede se instaló en Bruselas y estaba compuesta por los partidos socialistas ya existentes.

                Cabe resaltar, como lo indican muchos estudiosos del tema, que el hecho de  existir una organización central no significaba ni se traducía en un centralismo; por el contrario, esta Internacional se caracterizaba  por la autonomía de los grupos nacionales. En otras palabras, la finalidad de esta organización  era asegurar que las distintas federaciones se relacionasen entre sí, a través de Congresos periódicos que daban una serie de orientaciones indicativas más no vinculantes. En el primer Congreso llevado a cabo en esta segunda etapa, se decidió instaurar el 1 de Mayo como fiesta anual del trabajo, así como reivindicar la jornada laboral de ocho (8) horas y suprimir el horario nocturno.

                Es en la II Internacional que los partidos obreros socialistas y marxistas, por primera vez, ganan peso de masas. Fenece como organización revolucionaria, cuando la mayoría de sus dirigentes apoya a sus respectivas burguesías nacionales en la 1ª Guerra Mundial, haciendo predominar la unidad nacional (policlasista) frente al internacionalismo proletario.

                Los antecedentes de la Tercera Internacional se ubican, cuando un grupo de cuarenta y dos (42)  revolucionarios se reunieron en septiembre de 1915 en la aldea suiza de Zimmerwald. Cuatro años más tarde, y luego de la muerte de Engels, se forma, en 1919,  la Tercera Internacional, en la ciudad de Moscú, bajo la tutela de Lenin,  luego del triunfo de la Revolución Rusa.

                La III Internacional se apoyaba en el gran triunfo de la Revolución Rusa donde, por primera vez en la historia, la clase obrera tomó el poder y construyó su propio Estado. En consecuencia, fue la Internacional que representó el proletariado en acción en la lucha por el poder. Puede considerarse como  el primer intento de construir una verdadera dirección revolucionaria mundial que pudiese dirigir la revolución socialista internacional para   destruir  al imperialismo y conducir la clase obrera al poder en todos los países del mundo. La III Internacional significó, por ello, un salto cualitativo al constituirse como el primer Partido Revolucionario Mundial.

Finalmente, la Cuarta Internacional, creada en el año de 1938 bajo la dirección de  Trotsky, incluye en su lucha la necesidad absoluta de oponerse a la alienación de la independencia de clase de las organizaciones, así como también  la necesidad absoluta de ayudar a defender las reformas, conquistas sociales, arrancadas con la lucha de clases. Dicho en otras palabras, reafirma los principios de Marx y su vigencia.

                La Cuarta Internacional surgió para enfrentar  la degeneración y la traición de la Revolución rusa, encabezada por Stalin desde la muerte de Lenin en 1924. Trotski fue asesinado dos años después de fundarla con un “Programa de transición” para luego sufrir grandes escisiones en sus filas.

                En resumen, esta última  surge como continuación del proyecto de su predecesora, procurando  construir un Partido Mundial de la Revolución Socialista, como medio para la  dirección de la clase obrera mundial en  la toma del poder. En ese sentido, esta tenía como objetivo rescatar la herencia del marxismo y luchar contra ese nuevo fenómeno contrarrevolucionario en el seno de la clase obrera: la burocracia estalinista.

En síntesis, la I Internacional enseña al proletariado la necesidad de constituir organizaciones independientes. La II Internacional reúne a las organizaciones de clase independientes que ayudan a la lucha de clase del proletariado en la fase del capitalismo ascendente a conquistar reformas y conquistas sociales. La III Internacional organiza el combate cuando el capitalismo está en su apogeo; mientras la última reafirma la plena y absoluta vigencia de los planteamientos de Marx.

En lo que respecta a la Quinta Internacional Socialista, son varios los esfuerzos por lograr su cristalización. En efecto,  fue en noviembre de 1938, cuando  miembros del español Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) procesados en la ciudad de Barcelona por las autoridades republicanas durante la Guerra Civil Española,  declararon su apoyo a la lucha por una Quinta Internacional, apenas habiendo transcurrido sólo dos meses después de la fundación de la Cuarta Internacional. El argentino Liborio Justo, más conocido como "Quebracho", defendió la creación de una Quinta Internacional tras su ruptura con el trotskismo en 1941.

Otro esfuerzo para   constituir la Quinta Internacional fue llevado a cabo por el político, economista y filósofo estadounidense Lyndon LaRouche en 1965. Más tarde, en 1994, un grupo minoritario trotskista del Reino Unido declaró supuestamente constituida la Quinta Internacional. Posteriormente, a finales del año 2009, el ex Presidente de Venezuela, Hugo Chávez propuso la creación de una nueva Quinta Internacional. En este sentido, se convocó para abril de 2010 una reunión de 52 movimientos antiimperialistas. Su  propuesta planteó diversas reacciones en pro y en contra, dado el abanico ideológico y sus matices. Hasta la fecha no ha  cristalizado la propuesta.

 

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